domingo, 7 de diciembre de 2014

Capítulo 4 |Entrégate|

Fanfic


Título: Entrégate.
Autor/a: @JonasftMaroon5.
Sinopsis:
Él es el héroe del Super Bowl, idolatrado por las mujeres y codiciado por los hombres. El mariscal de campo con un lado peligroso. Pero detrás de su temeraria sonrisa, Thomas Blackwell esconde el deseo que aún nadie ha podido cumplir, sin embargo hay un recuerdo que no puede evitar: la noche de graduación de la preparatoria y el alucinante sexo. Cambiaría todos los títulos posibles por sentir el calor de su sensual y desinhibida lujuria, una vez más. Y es posible que tenga la oportunidad porque "él" acaba de ser contratado por el nuevo propietario de los Giants de Nueva York para hacer más angelical la reputación de Thomas. Como consultor de imagen, Ethan Hamilton es un profesional que trabaja para los ricos y famosos. Aunque hacerlo con el hombre que tomó su virginidad y le rompió el corazón hace cinco años no sería fácil. Hasta que lo toca de nuevo. Una caricia y un beso es suficiente para hacer correr electricidad por sus rodillas, y pronto los negocios y el placer extremo son mezclados. Pero sabiendo el peligro que representa este chico malo en su corazón, Ethan está decidido a mantener distancia. Sin embargo, Thomas tiene su propio plan de juego. Cuanto más mal se porta, Ethan tendrá que vigilarlo más y cuanto Thomas más puede dar algunas emociones muy reales, más le mostrará lo divertido que es ser malo.
Capítulo: 4.
Género: Romance, yaoi.
Personajes: Thomas Blackwell, Ethan Hamilton.
Link: http://www.wattpad.com/83985400-entr%C3%A9gate-cap%C3%ADtulo-4.
Saldrá semanalmente.

Capítulo 4


¡Dios!, él había sido un completo idiota. Todo lo que quería era olvidar el día en que había conocido a Thomas Blackwell. No era más que un chico inmaduro y no era el tipo de hombre que podía ser atraído nuevamente por el carisma de un atleta sexy, de físico perfecto. Ya no más.
Nunca había trabajado con organizaciones deportivas, no confiaba en los atletas profesionales y entonces, ¿cómo podría conseguir que otras personas confiaran en ellos?
Simplemente mandaría a los Giants con uno de sus competidores, que estaría feliz de continuar el negocio. Al final, los atletas estaban siempre metiéndose en dificultades y sus equipos estaban siempre pagando a alguien para lavar su imagen frente al público.
Y Ethan intentaría no lamentar el dinero que se le escurriría de entre los dedos.
Su estómago dio un salto cuando cogió el teléfono y contestó.

— Soy Aiden Bullard, de los Giants. Nuestro equipo necesita contratar a un gran consultor de imagen para Thomas Blackwell y hemos pensado en usted para ello.
Él tragó en seco y contestó que no tenía los recursos para trabajar con ellos como clientes, indicándoles luego otra compañía.

— Doblaremos sus honorarios, ¡los triplicaremos!

¿Triplicados? ¡Oh señor! Si aceptase a los Giants, sus miedos financieros serían un recuerdo lejano.
Como si pudiese sentir la vacilación, Aiden continuó.

— Todo lo que estoy preguntando es si podemos reunirnos antes de que diga que no. Lo necesitamos.
¿Se había encendido un interruptor loco en su cabeza? ¿Iba él realmente rechazar una enorme suma, especialmente porque este trabajo podía ser un trampolín para otros grandes clientes?
Incluso si no tuviese una historia personal con Thomas, ¿Cómo podía alguien esperar que él cambiase a un playboy en un hombre sólido y confiable? Era un trabajo muy grande para una persona. ¿Y no sería muy embarazoso y nada profesional si descubrieran que había sido uno de los primeros que había caído con él? ¿Especialmente uno que solo había durado una noche?

Mire — dijo Aiden rompiendo el pesado silencio — Thomas Blackwell lo necesita. Desesperadamente. Se lo imploro.

Todo el aire salió de sus pulmones. ¿Thomas lo necesitaba? 
Bien, Thomas ya había actuado como si lo necesitase una vez y él había estado tan ciego de lujuria, que había pensado que era amor.
Qué gran error había sido.
Nada iba a hacer cambiar a Thomas de su manera de ser. Por todo lo que había oído seguía siendo un egoísta que solo pensaba en él, el mismo mujeriego bastardo que había sido en el instituto. 

Oh, él sabía por qué aquellas mujeres querían salvar a Thomas, aquellas maneras de chico rebelde lo hacían aún más atractivo, más peligroso y más necesitado de ser protegido que nunca.
Pero él no tenía el más mínimo deseo de reformar a un chico rebelde. 
Le gustaba que sus parejas fuesen inteligentes, elegantes y discretas.

Infelizmente, Aiden tomó su silencio como aceptación porque dijo;

— Estaremos en su oficina en veinte minutos — y colgó.

Ethan pestañeó hacia el teléfono confuso por un largo momento antes de depositarlo sobre la mesa.

— Amily — llamó —necesito que vayas a una reunión por mí —pero cuando miró en el despacho de su amiga, este estaba vacío.

— Amy se acaba de marchar al médico — su nuevo recepcionista habló con una sonrisa.

—Oh, es cierto, gracias… — dijo Ethan odiando el modo en que se tambaleaban sus pensamientos, algo que nunca habían hecho.

Intentó calmarse. Esta reunión no sería diferente a cualquier otra situación difícil. 
Él sería agradable, controlado y estaría calmado. No importaba lo que Thomas dijese o hiciese, no sería el cebo. No sentía nada excepto piedad hacia el hombre que se había vuelto. 
Un chico podía ser disculpado por sus acciones, pero un hombre tenía que ser responsable en su vida. 
Basándose en lo que los medios contaban de sus fiestas salvajes y noches con strippers, Thomas estaba lejos de ser lo maduro que debía ser. 
No importaba cuan guapísimo pareciera cuando entrase por esa puerta, la piedad sería su única emoción.
Mientras verificaba que su traje no estuviera arrugado y limpiaba aún más sus zapatos, recordó que cualquier cosa que hubiese sentido por él había muerto años atrás.
Y no podía traer de vuelta aquellos sentimientos insensatos.


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Thomas siguió a Aiden por el grande edificio de la oficina de Ethan y ni siquiera vio el lindo trasero de la atrayente recepcionista. No hoy. Hoy todo se reducía a Ethan.
Miró a través de los cristales que rodeaban la oficina, sin sorprenderse al ver que Ethan se había defendido bien. Él siempre había sido equilibrado para tener éxito y conseguir lo que quería.

Entonces lo vio cuando abría la puerta y caminaba directamente en dirección a ellos. Una ola de emociones pasó por él; deseo, esperanza, dolor, lujuria y supo que el único modo en que podía negociar ahora, era cerrarse a ellas.
La ola de calor fue directamente a su ingle. Incluso con su saco abrochado hasta medio pecho, el tipo era atractivo.
Tenía una piel tan blanca y fina, cualquiera podría perderse a sí mismo en esa piel. Claramente seguía siendo más bajo que Thomas, pero solo un par de centímetros.
Entonces finalmente, Thomas levanto su mirada al rostro de él, vio los ojos fríos como el hielo que lo estudiaban como si fuese un insecto bajo el microscopio. Un insecto que sin dudas Ethan quería aplastar.

Cierto. 
Aún estaba cabreado con él. 
No era una gran sorpresa. 
Cierto sentimiento de culpa latió fuertemente en su pecho. No podía creer que aún se sintiera mal con lo acontecido después de todos estos años.
La fiesta de la noche de la graduación había sido igual a las demás, una mezcla de bebidas, baile y sexo. La única cosa asombrosa fue que el sexo había sido con un virgen. Eso sin contar que era un hombre y no una chica, claro.
Con el pequeño “Miss Perfecto”.

Un chico al que siempre había querido pero que sabía que nunca podría tener.
Nunca sería lo suficientemente bueno para él y una mirada, en la expresión de Ethan, le dijo a Thomas que todo el dinero y fama que tenía ahora, no cambiaban nada.

Ethan hirvió cuando Thomas extendió la mano para coger la suya. ¿Cómo osaba entrar en su oficina como si nunca le hubiera arrancado el corazón del pecho y lanzado al mar? Sus palabras finales para él en la mañana después de la noche de la graduación hicieron eco repetidamente en su cabeza.
“¡Te odio! siempre te odiaré y nunca jamás quiero volver a verte nuevamente”.

Después de cinco largos años, él no podía pensar en haber dicho algo más sofisticado, gracioso, infantil y estúpido.  No cuando su corazón había sido roto en un millón, en un billón de trozos. 
No cuando le robó su virginidad y lo dejó de la forma más humillante posible menos de veinticuatro horas después. ¡El bastardo!
En lo más profundo de su cabeza una voz le susurró, “¿tienes la seguridad de que realmente te la robó? Tú prácticamente te le echaste encima, como el virgen desesperado que eras”.
La voz que le hablaba y Thomas podían irse al infierno.

Forzándose en apretar la mano de él de una forma tan imparcial como era humanamente posible, Ethan reconoció otra gran razón para añadir a su rabia: incluso después de toda una vida de difícil convivencia y aunque fuese clasificado por él mismo, como el peor hombre de la humanidad; Thomas Blackwell aún era increíblemente, el hombre más magnífico en el que él había puesto los ojos.
Había sido un guapo y sexy adolescente y ahora, cinco años después, tenía la constitución física de un guerrero. Bajo la camisa y los vaqueros, sus músculos bien entrenados se percibían duros y firmes. Su mentón era solo lo suficientemente rudo, para darle un toque áspero a su belleza masculina y la barba ligera que lo cubría llamaba la atención hacia sus labios, que traían la promesa de una experiencia increíble, con una forma de corazón que cualquiera quisiera besar.

— Un placer en conocerlo — mintió Ethan, odiando su sonrisa, odiando el hecho de que su cuerpo traidor aun respondía a su toque. ¡Diablos!

Ethan apartó su mano recordándose que era él quien tenía el completo control de la situación.

— Vamos, Ethan — balbuceó él  —no puedo creer que no te acuerdes de mí.

Ethan se moría de ganas de darle un puñetazo al rostro perfecto de sonrisa perezosa, incluso cuando buscó en sus ojos alguna señal de arrepentimiento. ¡Nada! Justo lo que pensaba.
“Si una vez eras un cretino, siempre lo serás.”
Levantando una ceja complaciente, él inclinó el mentón lo más levemente posible, como si estuviese intentando colocarlo en una lista enorme de hechos sin importancia.

— Oh sí, ahora me acuerdo de ti — contento de parecer controlado, agrego. — ¿No estabas en mi instituto?

— Claro que sí — respondió él y Ethan pudo sentirlo riéndose con sus ojos y prácticamente oír sus pensamientos sobre lo patético que era aún ahora, después de tantos años, intentando fingir que no lo conocía. El probablemente había pensado que había ido a su casa y se había vestido bien para él. Ingrato imbécil. Thomas Blackwell era un ingrato imbécil.
Aiden los estudió a los dos estrechando los ojos.

— ¿Ustedes dos se conocen?

— Sí. — dijo Thomas.

— Un poco — murmuró Ethan.

— Nosotros seguimos caminos diferentes — aclaró Thomas —  él era el mejor de la clase y se fue a Stanford. Era uno de los inteligentes, de los buenos chicos.

— Y él era un deportista —  escupió Ethan.

Aiden se rió.

— Gracias a Dios por eso. Los deportistas pagan mi sueldo, ¿sabe? Pero el hecho es que lo necesitamos para volverlo bueno para nosotros, nuevamente un buen chico. Con los medios y los fans y especialmente, con el nuevo dueño del equipo que es un jodido conservador del sur. —Le explico Aiden.

Ethan llevó a los dos hombres a su despacho espacioso y claro, sabiendo que Thomas estaba absorbiendo todo aquello a través de sus ojos.

Aiden no desperdició un segundo y continuó hablando.

— Es bastante obvio que no tiene una opinión muy alta de los deportistas. O de Thomas.
Ethan casi se rió. ¡Discutir sobre quién era el mejor! Una táctica impresionante y desconcertante. Movió la cabeza.

— Está en lo cierto.

Una expresión de extrañeza pasó por el rostro de Thomas y, rápidamente fue sustituida por una máscara de "no me importa el mundo ni si he nacido con buen físico''.

— Perfecto —respondió Aiden — usted es exactamente la persona perfecta para el trabajo.
Las cabezas de Thomas y Ethan se dirigieron a Aiden con sorpresa.

— Tal como veo esto — explicó Aiden —ya que no le gusta el fútbol ni nuestro jugador estrella, usted sabe exactamente con qué aspectos de su vida es que surgen los problemas. Conoce el asunto, lo que necesitamos ahora es que lo cambie, que le dé un vuelco radical.

— El da demasiadas fiestas y se acuesta con demasiadas mujeres — dijo Ethan sin rodeos — vestirlo bien y tenerlo diciendo algunas cosas buenas a la prensa no va a hacer ninguna diferencia. Ni para el público, ni para el jefe conservador.

— ¿Me estás juzgando Ethan? — preguntó Thomas petulante.

— Lo que dice es verdad — dijo Aiden ignorándolo — él da un poco de trabajo. Pero también es el mejor jugador que ha visto el futbol en la última década y no queremos perderlo. Yo no quiero perderlo. No solo es el mejor mariscal de campo de los alrededores, además es mi amigo. Voy a volvérselo a preguntar nuevamente: por favor, ¿podría tenerlo como cliente?

Thomas miró a Ethan como diciendo, “ves, aún soy el mejor y el más sexy de la ciudad, querido”, y él aguantó el deseo de lanzarle un vaso de agua a la cara, al sensual y egoísta hijo de puta.

— Le estoy pidiendo que me diga su precio por trabajar cuatro semanas con Thomas — continuó Aiden — nosotros podemos darle beneficios o un coche, cualquier cosa que quiera, además de una ganancia extra, superior. No podemos cambiar su imagen y hacer al gran jefe feliz sin usted.
Ethan habló calmadamente.

— Ya le he dicho que mi empresa no puede aceptarlos en este momento y que será un placer telefonear a otros consultores de imagen para qu-….

— Me tienes miedo. —lo interrumpió Thomas.

Sus palabras eran por un lado un insulto y por el otro un desafío sensual. 
Ethan sintió que sus labios se curvaban en una línea apretada, forzó los músculos de su rostro a relajarse. Al infierno si caía en aquel truco nuevamente.

— No eres lo suficientemente importante para que yo tenga una opinión sobre ti de una u otra manera — dijo él fríamente.

Oyendo salir las palabras de su boca, tan fuertes y confiadas, incluso el mismo se las creyó.
Lo que significaba... que podría aceptar el trabajo. Él sabía exactamente lo que era Thomas ahora y no había modo de que pudiese volverlo bobo nuevamente.
Entonces, a cambio de un salario mayor al que nunca pensó que llegara a ver, pasaría cuatro semanas con un hombre para el que solo fue una muesca en un cinturón muy largo y, esta vez, saldría riendo.

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