miércoles, 22 de julio de 2015

Capítulo 12 - Día 17. Enfermedad |Pétalos de rosa|

Historia



Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis: ¿Qué pasaría si en realidad no eres como todos quieren que seas? ¿Cómo te sentirías tú al respecto por ser diferente a ellos?
¿Y si te enamoras de alguien con el cual no puedes estar por que no está bien visto por la sociedad en la que vives?
Un largo recorrido entre obstáculos difíciles de pasar.
Capítulo: 12.
Géneros: yaoi, homofóbia, sociedad, injusticia, adolescentes, romance.
Personaje: Ethan, Simon y Normand.


Capítulo 12

Día 17 - Enfermedad


Ethan tardó bastantes horas en volver en si. Su madre, quien le había recibido, fue la que se ocupó de él. Nada fuera de lo normal, el padre, en cuanto vio en el estado que se encontraba, pasó de él completamente. "Ese no es mi hijo" le dijo a su esposa antes de marcharse a hacer cosas más importantes, según él. Ella fue quien le bañó con todo el esmero del mundo y le quitó toda la suciedad que éste llevaba encima. Aunque le hubiera llovido a rabiar, el barro se había agarrado bien a su cabello, a sus uñas y a otras zonas del cuerpo que es mejor no nombrar. También fue quien le llevó a la cama, le arropó y le dio las buenas noches, aun sin saber si le estaba escuchando. La culpabilidad que ya le azotaba desde que su hijo empezó a cambiar -palabras textuales de su marido- se hizo más poderosa. Durante todo el proceso de limpiar y acomodar, intentó aguantar las lágrimas que le quemaban los ojos y, sorprendentemente, no salió ninguna. Al menos no hasta que cerró la puerta de la habitación de Ethan y se derrumbó. Sus piernas fallaron en el momento que salió. Se estaba temiendo lo peor y, a decir verdad, no iba mal encaminada. Ademas, saber que su hijo estaba tan cerca de ella pero a la vez tan lejos. Tan distante, tan irreconocible, lo agravaba todo. Después de todo, no había sido para nada una madre ejemplar.

Su hermana se interesó por el estado del menor, mas evidentemente, su madre le quitó importancia diciendo: "es que se ha caído por la calle". Al menos ella sería la única persona de la familia que no estaba salpicada por un pasado angustioso. Tal vez por eso -y por lo fuerte que era- siempre podía tener una gran sonrisa en su cara. Ella sería la única normal de todos ellos.

A la mañana siguiente, bien entrado el medio día, Ethan por fin abrió los ojos. Estaba realmente dolorido y sentía como los músculos le pedían a gritos que no les hiciera moverse. Al principio, el menor se asustó pues no recordaba mucho del día anterior. Pero cuando vio dónde estaba, su corazón empezó a calmarse. "Al menos estoy en mi habitación" dijo en su mente. Miró con los ojos bien abiertos por la sala, esperando encontrar algo fuera de lo normal pero, lo que no se dio cuenta en ese momento, es que lo que no estaba normal era él mismo. Pero si lo hizo cuando las millones de imágenes de los recuerdos del día anterior empezaron a bombardearle la mente. Cada retazo de memoria parcialmente borrada por el shock se hizo notar con un doloroso pinchazo en sus sienes. Hubiera preferido vivir en una mentira, no tener que recordar lo que pasó hacía menos de 24 horas, mas ya era tarde. Su mente no podía controlar la llegada de esos recuerdos. Barro, más barro, golpes, sangre, lluvia y alguien encima suya metiéndole algo indeseable por una zona que le daba vergüenza imaginar.

Si ayer no fue un buen día para Ethan, este no estaba mejor encaminado. Le costó asimilar toda la nueva información. ¿Es que alguien puede aceptar así, sin más, que el día de ayer fue violado por un enfermo mental? Norman. Ese muchacho acababa de romper cualquier esperanza en el menor para ser normal -o al menos intentarlo-. Le había cogido y humillado como un trozo de mierda. Había perdido algo que, en su momento, le habría gustado corromper con la persona indicada. Podría haber sido con Simon, quien sabe. Pero no, ya era demasiado tarde. Su cuerpo, que antes no le parecía mejor, estaba rozando unos límites de asco jamás pensados por él. Además, a lo mejor, aquello solo era el principio de algo peor. ¿Quién le podía jurar a Ethan que Norman no volvería a meterse en su vida? Debía acabar con aquello.

El corazón del menor sufría. Le dolía en cada latido que hacía, involuntariamente. En cada inspiración y expiración. En cada segundo que él seguía viviendo en aquel mundo de mierda donde o comes o eres comido. Y Ethan estaba siendo devorado por miles de carroñeros a la vez, que se peleaban por tener los mejores trozos de carne de su cuerpo. ¿Cómo había dejado que aquello pasara? Debió haberle echado más valentía a todo y andarse con mucho más cuidado. Aunque quien sabe, a lo mejor era su destino acabar así. A lo mejor todo ya estaba planeado para que por fin explotase la bomba en su interior.

Tardó bastante tiempo en convencerse a si mismo que debía de salir de la cama. Pero no era porque el estómago le rugiera ni porque su vejiga estuviera a punto de estallar. Sino porque necesitaba estar con alguien. Necesitaba ver a Simon. Su cuerpo le requería estar cerca de él. Le urgía que él fuera su ángel de la guarda. Era la persona que ahuyentaba a los depredadores que se alimentaban de él sin piedad. Él era la única persona que tenía posibilidad de salvarle de su desesperación. Debía volverle a ver cuanto antes. Sabía que el peliblanco no quería que fuera así, mas Ethan pensaba que si le explicaba las razones, le ayudaría sin dudarlo. Eso es lo que le había demostrado los pocos días que habían estado juntos.

Cuando por fin salió de la cama, se dirigió hacia la puerta y la abrió un poco para ver quién había por el pasillo. Al no percibir ninguna señal de vida en él, se fue directo al cuarto de baño para darse una ducha. Aunque su cuerpo oliera bien, no podía evitar sentirse sucio. Se bañó relativamente rápido y, con una esponja algo rasposa, se "quitó" la capa de mugre que él sentía en la piel. Cuando salió de la ducha y se miró al espejo, pudo ver su cuerpo lleno de marcas rojas de lo fuerte que se había dado con la esponja. Le restó importancia y volvió a su cuarto para vestirse, no si antes comprobar de nuevo si había alguien por el pasillo. No quería mirar a nadie a la cara. Aunque más que no quisiera, es que seguramente no podría hacerlo. Cogió ropa completamente aleatoria de su armario y en menos de un minuto ya estaba completamente vestido con una camiseta verde y unos pantalones negros.

Ahora tocaba peinarse. Le costó varios tirones de cepillo, pero al final lo consiguió. Luego, como siempre, se recogió el cabello con un coletero y puso los mechones que se le caían por la cara detrás de las orejas. Al hacerlo, pudo ver como una enorme raja viajaba desde uno de sus bordes del labio hasta el interior. No se había dado cuenta hasta ahora. Intentó tocarla pero, parecía tan profunda y delicada, que le daba miedo que se abriera con un simple toque. Inspeccionó el resto de su cara para ver si había más marcas y, en efecto, había un par más repartidas por su nariz y frente. Se veía realmente mal, pues a esas heridas se le sumaban unos ojos taciturnos y apagados, rodeados de una leve sombra morada.

Fue a morder su labio de la rabia, pero en cuanto sintió un pinchazo de dolor, se sintió imbécil por no acordarse de la herida que hacía pocos segundos había encontrado. Al final, agarró una mochila, metió cosas innecesarias en ella y salió de su habitación rumbo hacia la puerta. Por suerte, no se topó con nadie y consiguió salir fuera. Siguió andando hasta que ya tenía su casa a bastante distancia y se arrepintió de no haber dejado una nota a su madre diciendo que salía fuera y que luego volvía. Aunque de lo último no estaba muy seguro.

Tragó saliva y no miró hacia atrás. Intentó recordar el camino hacia la casa de Simon, aunque vagamente le venía aquel recuerdo. ¿Y sabéis por qué? Porque si Norman no les hubiera seguido, había aprendido alegremente el camino hacia la casa del mayor. Pero como hizo acto de presencia, todo se oscureció y hacer aquel simple hecho se le olvidó hacerlo por completo. "Maldita sea, ¿por qué todo gira alrededor de ese imbécil?" dijo en su mente con ira. Acto seguido echó a correr con ansias y poca orientación. Llegaría a casa de Simon fuera como fuera.

Cuando el sol estaba intentando esconderse por el oeste -aunque hubiera nubes que lo taparan con esmero-, Ethan consiguió encontrar la escondida casa de Simon -o al menos eso pensaba él-. Puede que fuera una casa llamativa y poco común, pero no se veía desde ningún lado pues está tapada por unos cuantos edificios a su alrededor. Su corazón palpitaba de nerviosismo y su boca se quedaba seca. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo se iba a tomar la noticia? Y lo más importante ¿Sería el menor capaz de articular palabra sin echar a llorar o tartamudear? A los pocos segundos de haber llegado ya se estaba replanteando irse de allí, pues todo le daba a entender que no pintaba nada en ese lugar. Pero Simon era la única persona en todo el mundo que le podía ayudar de alguna manera. Él era el que le podía curar de las enormes sombras que le estaban arrastrando hacia la desesperación, pues ya lo había hecho días atrás. Debía de armarse valor, debía plantarle cara a la vida y conseguir, de una vez por todas, lo que él quería. Lo que le hacía feliz.

Llamó a la puerta decidido la primera vez y, a la segunda, aquella fuerza, se había esfumado y el golpe apenas se había escuchado. Pero, al parecer, había sido suficiente pues, al poco tiempo, se escuchó ruidos al otro lado. Simon abrió la puerta lentamente, desganado. Cuando sus ojos se encontraron con los de Ethan, apretó su mandíbula con furia. En aquel momento, las palabras sobraron. El menor pudo ver el cuerpo demacrado de Simon. En su cara se asomaban unos pelos de dejadez y unas ojeras bastante vistosas. Su cabello estaba completamente alborotado y sus cansados ojos estaban bañados en sangre. Todos los músculos de su cuerpo se encontraban en tensión mientras apuñalaba con su mirada a Ethan. Al parecer, no era le único que lo había pasado mal.

-¿A qué has venido?-preguntó Simon con una voz ronca. Como si llevara mucho tiempo sin hablar con nadie y sin beber agua. El mayor se puso delante de la puerta para no dejarle pasar e, imponente, cruzó sus musculosos brazos por encima de su barriga -aunque hubieran perdido algo anchura-. A parte de la palabra demacrado, irritación también le venía como anillo al dedo.

-Yo...-empezó dubitativo el menor mientras se pellizcaba una de las piernas con nerviosismo. Muchas palabras le estaban bombardeando la cabeza, mas ninguna salía por sus labios. Verle en aquel estado le había hecho enmudecer por completo. Había cambiado tanto de un día a otro.-Yo... es que...

-Tú nada-respondió rápidamente, cortándole las pocas palabras a Ethan. Sus cejas se fruncieron y sus ojos se volvieron aun más penetrantes, si es que aquello podía suceder.- Te dije que no quería verte en un tiempo. ¿Es que no puedes respetar eso?-dijo sin piedad. Como si las palabras no fueran flechas que se clavaban en el pobre y dolorido corazón del menor.

-Si pero... es que...-volvió a intentar Ethan, pero aun seguía sin poder enunciar una oración con sentido y larga. Su labio le bailaba, al igual que las cejas. Se iba a derrumbar si Simon no era más piadoso con él.

Y en ese momento fue cuando Simon pronunció unas palabras que nunca debió haber dicho. Al principio, los oídos de Ethan, hicieron como si no las hubieran oído. Pero tiempo al tiempo. El sonido de la puerta cerrarse hizo que perdiera el equilibrio y eso, a su vez, hizo que cayera al vació.

-Me das asco- resonó en la cabeza de Ethan minutos después de que hubieran sido pronunciadas por la persona que más había querido en todo el mundo. Además, el tono de repugnancia con las que fueron pronunciadas, hizo que se sintiera el doble de peor dentro de él. 

Estaba solo, de nuevo. Aunque estaba vez era diferente. Empezó teniendo nada y sin nada que perder. Ahora sigue en las mismas pero habiendo perdido algo. Había caído a un escalón aun más profundo. Además no se había desvanecido algo sin importancia, sino algo que le mantenía vivo, algo que le daba ganas de luchar contra los carroñeros que se estaban alimentando de él. Consiguió levantarse en un acto de locura, pues no podía aceptar el hecho de que Simon ya no le quisiera como le había dicho que le quería tiempo atrás. No podía aceptar su pérdida, su vació, sus palabras.

Aporreó la puerta con todas sus ganas. Le daba igual las hirientes miradas de los transeúntes que pasaban asustados a su lado. Le daba igual el hecho de que ya no sintiera sus manos. Le daba igual que estuviera roto, pues si conseguía lo que pretendía, podía ser arreglado.

Pero las horas le enseñaron que su sanador no iba a volver. Y fue en ese momento cuando empezó a vagar por las calles de su ciudad, con la mirada perdida en el horizonte -aunque este estuviera tapado por las edificaciones-. No supo por cuantas horas estuvo así, ni tampoco sabía dónde había llegado a parar. Solo encontró un refugio que le protegía de la lluvia que había vuelto para llorarle. Se tumbó entre dos grandes columnas que le arropaban del frío y cerró sus ojos esperando que todo esto no hubiera pasado. Tardó bastante tiempo en dormirse, pues su estómago rugía con fiereza y la humedad se le estaba calando hasta los huesos. La imagen de su madre y de su hermana también le quitaban el sueño. Solo sabía darles disgustos después de todo.

"Perdonadme" susurró a nadie.

Día 17 completado.

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